Es el grito que sale en la prensa cada día. En toda la prensa. Porque los males que nos acechan son mayúsculos.
Hay que educar para que las guerras tribales no nos destruyan como en Karangaso vigué donde agrupaciones de caza se enfrentaron a agrupaciones de defensa del poblado. Resultado 4 muertos.
Hay que educar para que campesinos y ganaderos vivan en harmonía y no como en Burzanga donde las riñas engendraron 2 muertos.
Hay que educar para luchar contra el fanatismo yihadista cuyos atentados se han cobrado más de 80 muertos en lo que va de año.
Hay que educar para que no surjan guerras de religión como en Dissín donde fanáticos del rigorismo destrozaron las estatuas de la iglesia parroquial, una noche de agosto, poco después de la procesión de la Virgen.
Hay que educar para que se reconozcan los derechos de la niña y de la mujer y no se les trate como objetos de intercambio entre familias.
Y hay que educar en escuelas con garantías de seriedad y no como en esas 226 escuelas que el gobierno ha ordenado cerrar por amontonar niños en cuchitriles de 4 metros por 6, sin patio de recreo ni maestros mínimamente formados ya que apenas si saben leer y escribir.
Educar es hoy, en Burkina, prioridad absoluta si queremos sobrevivir a odios ancestrales, a desprecios inmemoriales, al islamismo yihadista.
Y todo lo que podamos hacer en favor de la educación de las niñas y de las madres es pura bendición para las familias burkineses.